Comentario
Capítulo I
De la disposición de los Yngas y de sus costumbres
Los Yngas y sus descendientes, de mediana estatura y un poco morenos, traían el cabello algo corto por diferenciarse de los demás indios, que le traían largo en general, y sin ningún género de barba, porque si alguna les salía, con pinzas, que ellos llaman tiranas, se las arrancaban. Eran de condición graves y severos pero, junto con eso, apacibles y discretos, y bien hablados; mudaban cada día cuatro vestidos y ninguno se lo ponían dos veces. En lo que era la comida y servicio suyo, eran de grandísima pompa, porque al día comían tres veces: a la mañana, a la hora de vísperas y a la noche, que en conclusión es almorzar, comer y cenar. Y cuando se sentaban a la mesa salía un tucui ricuc, que hacía oficio de maestresala, con cincuenta pajes hijos de los curacas y gobernadores de las provincias, e iba a la cocina del Ynga y en porcelanas, platos, u ochuas, que es cierto género de tierra, subía los manjares a la mesa, y éste hacía la salva a todos los manjares, y los servía al Ynga; pero después de puestos en la mesa, no los tocaba nadie con la mano. Era la mesa poco más de un palmo de alto y en empezando a comer el Ynga, el que hacía oficio de maestresala estaba de rodillas delante del Ynga, y los que traían los manjares hacían una profundísima inclinación con la cabeza, y luego se postraban de rodillas, y así estaban hasta que se acababa la comida. No tenían necesidad de trinchantes, porque cuando el manjar se guisaba, lo picaban tanto y lo aderezaban tan menudo que ni aun el cuchillo que ellos usaban no hacía oficio en la mesa.
Con el Ynga no comía en la mesa nadie, sino era algún hijo muy querido. El vino que bebían bien se sabe que era hecho de maíz, con sumo cuidado y diligencia, que comúnmente llaman chicha, y era extremado y de mucho regalo como ellos lo preparaban. El copero era uno de los más principales orejones, al cual llamaban ancosanaymaci, que es lo mismo que copero. No bebían en vasos de oro, ni de plata, sino en vasos de alguna madera preciosa, llamados entres estos indios queros, de manera que también servía de medicina y preservativo para el que bebía, porque en la bebida, más fácilmente se da cualquiera género de ponzoña, y cada día vemos por nuestros ojos morir muchos indios, que unos a otros se matan brindándose. Pero aunque el Ynga se servía con vajilla de barro y bebía con estos vasos dichos, con todo eso tenía una riquísima vajilla de oro y plata labradas, mil diferencias de vasos, de ollas, de cantarillos, platos a su modo, tazas que ellos llaman aquillas, y cada Ynga, las hacía para sí diversas, y destas sólo servían en alguna fiesta señalada, por majestad y obstentación y, en siviéndose de ellas, porque de nuevo, mejorando las piezas y las labores de ellas, porque tenían por bajeza y miseria servirse dos veces de una cosa y beber dos veces en un vaso. También asistía con el Ynga, cuando comía, un médico de los más favorecidos suyos, y tenía muchos dentro de su Palacio Real, los cuales no podían visitar a ningún enfermo sin licencia del Ynga, ni los barberos sangrar a nadie sin que primero el Ynga lo supiese, y se lo permitiese.